Una batería eléctrica, también llamada pila o acumulador eléctrico, es un artefacto compuesto por celdas electroquímicas capaces de convertir la energía química en su interior en energía eléctrica. Así, las baterías generan corriente continua y, de esta manera, sirven para alimentar distintos circuitos eléctricos, dependiendo de su tamaño y potencia.
Las baterías poseen una capacidad de carga determinada por la
naturaleza de su composición y que se mide en amperios-hora (Ah), lo que
significa que la pila puede dar un amperio de corriente a lo largo de una hora
continua de tiempo. Mientras mayor sea su capacidad de carga, más corriente
podrá almacenar en su interior.
¿Cómo funciona una batería?
El principio
fundamental de una batería consiste en las reacciones de oxidación-reducción
(redox) de ciertas sustancias químicas, una de las cuales pierde electrones (se
oxida) mientras la otra gana electrones (se reduce), pudiendo retornar a su
configuración inicial dadas las condiciones necesarias: la aplicación de
electricidad (carga) o el cierre del circuito (descarga).
Las baterías
contienen celdas químicas que presentan un polo positivo (ánodo) y otro
negativo (cátodo), así como electrolitos que permiten el flujo eléctrico hacia
el exterior. Dichas celdas convierten la energía química en eléctrica, mediante
un proceso reversible o irreversible, según el tipo de batería, que una vez
completo, agota su capacidad para recibir energía. En eso se distinguen dos
tipos de celdas:
Primarias:
Aquellas
que, una vez producida la reacción, no pueden volver a su estado original,
agotando así su capacidad de almacenar corriente eléctrica. También se les llaman
pilas no recargables.
Secundarias:
Aquellas que
pueden recibir una aplicación de energía eléctrica para restaurar su
composición química original, y pueden ser empleadas numerosas veces antes de
agotarse del todo. También se les llaman pilas recargables.
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